7 oct 2012

Memoriar

los inocentes, los olvidados, los que nunca fueron dirigentes ni tuvieron grandes responsabilidades, los que no murieron, los que fueron dinamitados, los degollados, los torturados, los violados, los violentados, los que tuvieron miedo, los que callaron y a los que hicieron callar, los valientes y los temerosos, lo que lucharon sin ser héroes y los que lo son sin serlo, las personas comunes y corrientes, los que saltaron cercas y pusieron explosivos y tomaron armas y corrieron y se escondieron y lloraron y mascaron la rabia y la siguen mascando -pero ahora en la vejez-, los viejos gigantes, los padres sin hijos y los hijos sin padres, las mujeres fuertes, los hombres débiles, los maricas y las tortilleras, los que miraron desde sus ventanas esperando el balazo en el cráneo del paco, los que lo hicieron y los que sufrieron ese acto, los que protegieron a su modo, los que hicieron mucho y los que hicieron poco, los que siguieron haciendo lo mismo, los traidores, los malditos, los fachos, los momios, los maricones culiaos que traicionaron a sus iguales, los no tan iguales, los que escribieron y los que se rompieron las piernas y la garganta, los que aprendieron a decirle a la Dictadura sus verdades y los que recién empiezan a conocerlas. Este país está lleno de olvidados y olvidantes.

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